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jueves, 29 de junio de 2023

El brillo de la discreción

Último Claustro de una profesora


Ayer en el IES Isla de León (San Fernando, Cádiz) tuvo su última reunión de claustro la profesora de Latín, María José, que pronunció unas palabras dirigidas a sus compañeros a modo de despedida. Aunque mi presencia no estaba contemplada en este acto, ya conocía el contenido de su discurso porque me lo enseñó el día anterior. Durante la comida que se celebró a continuación, a la que sí asistí como invitado, algunos de los profesores me mencionaron lo acertado de su mensaje. Como soy su marido, mi opinión es poco objetiva. No obstante, ahí va.

De todos los que he conocido y tratado, María José ha sido la profesora que con más ahínco ha ejercido su labor. Siempre ocupada en sus alumnos y en sus tareas, no he visto a nadie que haya trabajado más que ella en la docencia. Nunca dejó sus deberes para el día siguiente y siempre cumplió con los plazos. No sé cuántas veces la vi, por las tardes, por la mañanas, los fines de semana, hasta altas horas de la noche, preparando clases y actividades o corrigiendo exámenes. Esto último lo hacía con tal grado de precisión que sus múltiples anotaciones sobre los escritos de sus alumnos no los podían dejar indiferentes, pues no había detalle que pasara por alto u obviara.

Confeccionó para sus alumnos unos apuntes de Latín que superaron a los mejores libros de texto del mercado. Preparó diapositivas y carteles sobre Latín y Cultura Clásica, con gran ilusión y empeño en encontrar las mejores imágenes para su alumnado. Ideó excursiones y visitas periódicas a yacimientos y ruinas, a Roma o a museos históricos. Diseñó actividades y contenidos para la enseñanza no presencial en la Secundaria y el Bachillerato, una labor que desempeñó unos años. La vi preparar clases e impartirlas desde nuestra casa a través del ordenador durante la pandemia. Adquirió una pizarra para que yo le grabara las sesiones de clase mientras que ella, delante de la cámara, se esforzaba por explicar declinaciones y verbos. La vi delante del ordenador asistir a muchas reuniones desde nuestro domicilio, también en la pandemia, sin dejar de tomarse en serio este tipo de rara y poco controlada situación laboral, muy dada a la relajación y a la desconexión. 

Durante algunos años fue esforzada y competente Jefa de Estudios, lo que le costó más de un disgusto con impresentables e indignos compañeros, muy alejados de lo que la decencia profesional precisa. No se calló en ningún claustro ni dejó de analizar con gran detalle proyectos que superaban su área pero que eran interesantes para el centro. Cooperó con toda actividad extraescolar destinada a ofrecer una buena imagen del instituto. Respetó a su alumnado y le pidió seriedad y disciplina, no por ello dejando de ser amable o comprensiva con quien lo necesitara.

María José no ha jugado a ser profesora. Lo ha sido, sin más. Es la persona menos petulante que me he echado a la cara y la discreción ha sido tanto su talante como su táctica y su técnica. ¿Se puede brillar siendo discreta? Ella lo consiguió sin pretenderlo, pues no era su objetivo. Su único objetivo fue desarrollar un trabajo eficaz y con sentido. También esto le pasó factura, como a tantos otros que se sintieron muy defraudados ante la rebaja y el deterioro de una educación cada vez más infantilizada, light o doble cero, como esas bebidas que ni saben a nada ni satisfacen a nadie. Engañabobos inventados por los supuestos buenos profesionales de la piedad social.

Pero casi nadie a su alrededor notó su contrariedad, pues no cejó en su trabajo ni se acomodó en el mismo, a pesar de lo fácil que se lo ponía una administración educativa poco consciente de la barbaridad que estaba engendrándose en su seno. Yo sí vi su sufrimiento y su malhumor. Yo sí vi su llanto interior y su decepción ante la impostura y la evidente hipocresía. Yo sí viví el ninguneo que sintió ante el destino de su área de conocimiento, devaluada, como muchas otras, casi a zafio y fácil chiste.

He sido muy afortunado por contar con ella. Puede decirse sin exageración que su actitud me hizo a mí que intentara ser mejor profesor, porque su seriedad y rigor me condicionaron y me estimularon a comportarme más dignamente como docente. Se lo debo. Ella no le da importancia a esta deuda. Tampoco le importarán demasiado estas palabras. Ni es su estilo, ni brillará más por ello. Es imposible. Gracias, María José.

Estas son las palabras que pronunció en el Claustro.


        DISCURSO DE JUBILACIÓN

Ya hemos llegado al final del curso. Para mí es también el final de mi vida profesional. Lejanos quedaron esos principios dando latín en BUP, los años de la primera reforma y los avatares de los distintos destinos, y nuevas reformas y nuevas materias. Como diría Séneca, el latín no ha navegado fácilmente por estos mares de las distintas reformas, sino, que se ha mareado mucho o, mejor dicho, lo han mareado mucho. A pesar de todo, dentro del aula he procurado desenvolverme con energía, con ganas de enseñar y de contagiar a mis alumnos el deseo de saber. Espero que en este mundo cada vez más utilitario, volátil e inmediato, haya conseguido transmitir ese espíritu a mis alumnos. Cuántas veces he oído y habéis oído “!Todavía se da latín en los Institutos¡ Pero ¿para qué sirve el latín?” Siguiendo las palabras del profesor Nuccio Ordine, que nos ha dejado recientemente antes de recoger su premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, reivindico el estudio del Latín y de las Humanidades en general, porque “son saberes que son fines en sí mismos, su valor esencial es ajeno a cualquier finalidad utilitarista; sin embargo, pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y el desarrollo civil y cultural de la humanidad”. Igualmente, según su idea, considero que un profesor apasionado de su disciplina se puede convertir en la mejor metodología. (Ahora que estamos siempre arriba y abajo con las metodologías).

Comienza una nueva etapa en mi vida. Todos dicen que se está muy bien de jubilado, pero ante lo nuevo no puedo por menos que sentir un pellizco en el corazón, cierta nostalgia al pensar en dejar esta profesión que me ha gustado tanto y a la que he dedicado tantas horas de mi vida. Pienso en cómo, desde que entramos en la escuela, estamos sometidos a dos imperativos, que a veces se convierten en espadas de Damocles: el tiempo y la obligación. Espero que ahora sepa gestionar bien mi tiempo libre y seguir enriqueciéndome con nuevos proyectos, pero ya sin obligaciones.

Quiero dar las gracias a este Centro, a su directiva actual y anterior, y a todo el profesorado en general, y en especial, a aquel con el que he compartido más momentos y experiencias.   Desde que llegué me he sentido muy a gusto, siempre se ha respirado un buen ambiente de trabajo y de ocio. En mi vida profesional he intentado colaborar y participar en la vida de los centros por los que he pasado. Aquí he percibido a los profesores siempre comprometidos, tanto a los más antiguos en el centro, como a los nuevos que han ido llegando cada curso. Eso es un valor que considero necesario y que favorece siempre la buena marcha de un Instituto y del que creo que también se beneficia el alumnado.  

Considero que he contribuido con un pequeño granito de arena en esta difícil tarea que es el “moldeado y cuidado de la juventud”. La empresa de ser profesor no ha sido nunca fácil, pero creo que ahora son tiempos especialmente raros que os van a exigir mucha pasión, mucho ánimo, mucho trabajo e ilusión. Mis mejores deseos para ello.

Me despido muy agradecida, disfrutando de estos momentos con todos y deseándoos un buen verano. Nos veremos, no obstante, los primeros días de septiembre, porque trabajo hasta el día 6.