Blog dedicado a recoger artículos sobre la realidad educativa. Intenta ir al grano de la práctica educativa eficaz y no duda en ser escéptico y poco complaciente con modos educativos poco efectivos para el aprendizaje.
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lunes, 16 de enero de 2023
TIZAS ROTAS. Una crónica sobre las enseñanzas medias.
miércoles, 11 de enero de 2023
AD TIZAS ROTAS
Por José María Santos Blanes
Cuando en el año 87 llegué sin remeros a Sanlúcar de Barrameda, descubrí un cielo muy azul y un río que no me permitía sospechas por estrechez de perspectiva ni por prepotencia de interior. Descubrí una muy importante apertura de mente de secano que, más tarde, se convertiría en apertura de imágenes, ingenio, gracia y donosura.
Anteriormente, me topé de frente con
un IES del Puerto de Santa María -llamado “Mar de Cádiz”- en el que confundí, por mi ceguera cordobesa, al
director por directora (matizo que tenía voz de mujer del PSOE). Él no se molestó, yo tampoco. Alquilé
residencia, oscura, relativamente cara e imprevisible. Estaba en prácticas. Aún así, sentíame contento por encontrar luz
marítima, ese olor a sal y a pino que hoy parece inservible para la nueva
hornada de jóvenes.
Después, tardé diez días en ser
trasladado a la susodicha Sanlúcar donde ejercí como profesor en prácticas
durante un año magnífico, en el que logré distinguir algunos tipos de pescado
que no había degustado casi nunca. ¡Éramos aún tan jóvenes!
Llegó mi etapa en la cuna del
flamenco más populista en el IFP del Canal. Una enorme frontera llena de gente
muy diversa: viejos agradables, medianos prepotentes y nuevos que circulaban
sin destino hacia el bar del centro: auténtico “factótum” de los que se
creyeron que era solo un lugar de recuperación.
Comencé a creer en el sino, en el
destino de los humanos, cuando ya se acababa el año 88. Pero, cuando comenzó el
89 desistí de amistades, a no ser por Masto, increíble, sensible, ciertamente
enterado de las inmundicias que no lo dejaban vivir y que, yo, con mi
inoperancia efusiva, logré recuperar en su faceta más estricta, descubrir su
deseo de igualdad de “género”. Aún lo quiero.
Cuando, de pronto, surgió un
sujeto barbudo, relativamente escuchimizado, muy inteligente y comprometido, al
que al principio desechamos por la
severidad en sus actos, los cuales no mejoraban nuestra locura de jóvenes despeinados ni la rigidez en el análisis del ajeno.
Este buen escritor es el que
ahora presenta “Tizas rotas”. Un encuentro de amistad, un severo hombre sin
delirios de grandeza, un ser humano que toma café en cualquier sitio sin
reparos, un buen doctor, un marinero navegando por el ancho mar educativo, un ayudante de los que todavía seguimos
aprendiendo y un extraterrestre que no deja de mostrar su nave estratosférica;
la misma que nos llevará a la felicidad eterna por su enorme corazón, a no ser
que Corto Maltés, en su impasibilidad de héroe, nos conduzca al abismo de los
que no pasarán a la historia.
José María Santos Blanes, filólogo; ha sido profesor de instituto.
sábado, 7 de enero de 2023
Nueve preguntas tras leer TIZAS ROTAS
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Por José María Santos Blanes
Semanas antes de que el libro llegara al mercado pude proceder a su lectura, pues Pablo me había facilitado por entonces la que sería la maqueta definitiva del mismo. Lo hice con interés y, como soy lo que se dice un devorador de libros, a los pocos días había dado cuenta de este. Su lectura reavivó en mí sensaciones de cierta nostalgia por mi pasado docente, a la vez que, inevitablemente, volví a repasar situaciones decepcionantes relacionadas con mi trabajo. En mi caso, la nostalgia no le gana a la decepción; al menos, todavía no le gana. No sé cómo me sentiré cuando pasen más años desde mi acceso a la jubilación, aún reciente. Alentado por él mismo, le he planteado a Pablo las siguientes cuestiones, que adquieren así la forma de una entrevista.
1.- ¿Qué le llevó a escribir una semblanza sobre su
trayectoria en el mundo educativo?
2.- El adjetivo “rotas” junto al sustantivo “tizas” es perfectamente asimilable. Pero, ¿no parece que desecha usted las nuevas tecnologías en la enseñanza o es que aboga por la enseñanza tradicional?
No. Claro que no. Las nuevas tecnologías son un regalo. Lo que ocurre es que la pizarra tradicional es la imagen o el icono más ligado a la profesión, y por eso elegí ese título. También sucede que, como recursos del pasado, la pizarra y la tiza, vuelven una y otra vez al aula cada vez que fallan los nuevos medios. Puede que vuelvan en la versión moderna, la de la aborrecible pizarra blanca de plástico con sus rotuladores de tinta. A mí me gustaban más las tizas, aunque me manchara las manos. Volviendo a las nuevas tecnologías, no solo no las rechazo sino que me parecen muy interesantes, como lo fueron en su momento la incorporación de otros recursos en el aula. Me refiero a los televisores, los vídeos, las diapositivas, las transparencias... Y, retomando lo de rotas (lo de tizas rotas), es fácil conectar este estado de rotura con el que también siente una parte del profesorado. Un profesorado roto, maltratado, menospreciado.
3.- Como docente leo su libro y comparto gran parte de sus afirmaciones sobre la deriva en la ha desembocado la enseñanza; sin embargo, ¿qué cree usted que pensarán los teóricos de las distintas propuestas educativas que se han presentado a lo largo de estos últimos 30 años?
En general, estos teóricos no dan clases en los lugares donde deben aplicarse sus propuestas, que son los colegios y los institutos. Puede que algunos den clases en las universidades, que son lugares y entornos muy distintos, con muy poca personalización en el trato al alumnado. La universidad dista mucho del aula rural; eso lo entiende cualquiera, ¿no? Pues yo sostengo que viene a distar lo mismo del último curso de bachillerato o de la formación profesional. ¿Que qué piensan estos téoricos? Vete tú a saber. Por lo pronto, creo que muchos no se aclaran con el lenguaje y los términos que utilizan. Tan pronto parecen de la Nueva Escuela como, unas líneas más abajo del discurso, ejecutivos o jefes de venta de una empresa o un negocio multinacional. Puede que piensen que los profesores y los maestros no tenemos ni idea; que no queremos aprender cosas nuevas; que no somos modernos; que no leemos; que somos conservadores y gente atrasada; que vivimos muy bien y no nos interesan los cambios; que no debemos cuestionar sus propuestas; que no los entendemos... El problema es que estos teóricos están en una órbita muy alejada de nuestras aulas. Creo que ellos viven en el cóctel. En su cóctel de ponencias y ocurrencias de salón. No manejan tizas rotas. Es, por ejemplo, como comparar al los que deciden en el Vaticano con los misioneros. Puede que estemos en la misma empresa, pero los teóricos nunca barren el taller. Nosotros lo hacemos todos los dias. Y cada día hay más basura que barrer y menos tiempo para educar y formar. Eso o lo ignoran o lo persiguen. No lo sé.
4.- ¿Observó alguna mejoría en el alumnado y el profesorado cuando estas leyes educativas se iban imponiendo?
Yo no las he apreciado. Por más que me he intentado adaptar al sistema educativo, sobre todo en la primera mitad de mi carrera profesional, no puedo decir que haya mejorado la calidad de la educación. Donde creo que se ha avanzado es la universalización de la educación. Eso es positivo. Pero, en el fondo, creo que ha sido a base de hacerla más mediocre, menos ambiciosa. Por ejemplo, la ratio profesor-alumno sigue siendo un problema en las enseñanzas medias; un problema pedagógico de primera al que se le da una solución estúpida: perseguir al profesor que no aprueba. Si se pierde una guerra, la culpa es del soldado. No importa que esté solo o que no tenga armas. Es su culpa y punto.
5.- ¿ Hubo algún profesor que anunciara el desastre que se vislumbraba con los cambios que se proponían?
Desde el principio hubo profesores descreídos a mi alrededor, porque es muy cómodo y fácil ser agorero. Yo no les hacía demasiado caso y tendía a pensar que no les gustaban los cambios porque estaban muy cómodos en su trabajo. Es decir, yo pensaba como creo que piensan los teóricos hoy en día de los profesores. Quizá fui algo ingenuo, pero era lo que me tocaba porque estaba muy verde y tenía ganas de crecer. Y eso me permitió conocer y practicar más a fondo las nuevas propuestas. Aprendí cosas. Muchas más que los vociferantes gratuitos. Me desarrollé, por ejemplo, en algo tan fundamental como el campo de las distintas técnicas educativas, cosa que muchos profesores no hicieron como reacción u oposición ante las nuevas propuestas. Esta postura la considero torpe. Muchos catalogaron toda nueva propuesta como innecesaria y horrible si no coincidía con lo que ellos venían haciendo. Eso es un error. Algunos, al no aceptar lo nuevo, medio se defendieron con sus métodos antiguos porque eran serios y rigurosos trabajando al estilo tradicional. Otros, que ni siquiera trabajaban bien con el estilo tradicional y ejercían como malos profesores, no solo no aceptaron nada nuevo, sino que se beneficiaron del clima enrarecido ocasionado por las diversas reformas. Achacaron su propio fracaso vital y profesional, su propia mediocridad, a la llegada de cada novedad en el sistema educativo, cuando, en realidad, ya eran una calamidad con el anterior. Hay que repartir las culpas.
6.- ¿Realmente considera usted tan importante la educación como para hacer una reflexión de la misma que llegue a concienciar a los padres, a los alumnos y a la sociedad en general? ¿ O considera que a la mayor parte de la sociedad solo le interesa mantener a sus criaturas ocupadas durante 6 horas en los centros, indistintamente de lo que aprendan?
Creo que la educación merece esta reflexión. También creo que a buena parte de la población esto le resbala. Solo en el futuro se verá quien sale más beneficiado, si el preocupado o si el pasota. El preocupado se preocupará por formarse debidamente y lo hará por su cuenta, al margen o complementando lo que le ofrezca la educación pública. El pasota vivirá de la beneficiencia del sistema y puede que esto le baste.
7.- ¿Se es más crítico con tizas rotas o con ordenadores
productivos?
No hay diferencias si no se es un fanático de su propia opción. Hay que ser críticos, autocríticos y no conformistas. Es lo que recomiendo. No descarto ningún recurso. Quiero adquirir un nuevo ordenador, más potente y más rápido. También quiero encuadernar viejos libros. Todo sirve.
Si fuese alumno de enseñanzas medias sería un gran ignorante y no estaría en condiciones de plantearme la cuestión. Me quejaría, como siempre han hecho los alumnos a esta edad, por mil cosas. Pero eso no me capacita. Son las hormonas de la edad. Intentaría aprobar y no creo que me cuestionara si estoy aprendiendo o no. No sería tan maduro aún para ello. Me aprovecharía del profesor mediocre y sufriría con el exigente, como toda la vida. Y, si fuera un borde, recurriría a la ayuda de mis padres o a la ayuda de la inspección educativa para sortear al profesor exigente.
9. Muchos políticos de distintas tendencias creyeron y
creen en estos continuos cambios en la enseñanza, a pesar que ninguna de sus leyes educativas haya forjado realmente. ¿Por qué cree usted que, hoy, muchos de ellos reniegan de
esos cambios? ¿O cada uno ha ido quejándose en función de que mandaran o no en el
Parlamento?
Algunos que han dejado de ser políticos caen después en la cuenta del desastre educativo que han permitido. Hacen declaraciones que son casi una confesión de culpabilidad, pero ya la cosa no tiene remedio porque ya no influyen en los que siguen en el tajo político. Pueden salir en los medios y hacer una entrevista simpática, pero todo queda en eso. Ejercen la autocrítica a destiempo, cuando el partido de fútbol que jugaban ha terminado para ellos. A otros políticos les importa una mierda el problema porque viven en mundos selectos, alejados del embrollo y con pasta suficiente para educar a sus hijos en escuelas privadas. En general, los profesores de a pie les importamos un comino a todos ellos. No estamos invitados ni a las entrevistas de los políticos jubilados ni al cóctel de los actuales con los expertos que les asesoran. Es lo que hay.
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